domingo, 28 de agosto de 2011

~Capítulo 25~


Me levanté y me fui con los demás. Estuvimos el resto de la tarde hablando con Raquel y Caro, contándoles todo. También les presentamos a David y a Sarah, pues cuando ellas vinieron, todavía no los conocíamos. Ellas nos hablaron sobre todo lo que habían hecho en España.
Eran las 23:30h y ya todos se iban a sus casas excepto Caro, Raquel y Carlos que se quedaban en la mía. Justin fue el último en salir.

-Justin: Laura, nos vemos mañana -me besó- adiós, te quiero.
-Yo: Hasta mañana, te quiero.

En cuanto Justin salió de casa, cerré la puerta. Me giré y estaba Carlos mirándome con cara rara.

-Yo: ¿Qué miras?
-Carlos: ¡Empalagosos!
-Yo: ¿Qué? -reí- Eso es estar enamorado. Ya quisieras tú que te trataran así.
-Carlos: ¿Os despedís así siempre?
-Yo: Normalmente... sí.
-Carlos: Vale, pues pon un cubo en la entrada para que pueda vomitar -sonrió.

Ignoré su comentario y fui al salón, pero Caro y Raquel ya se habían ido a la habitación. Mis padres estaban ya dormidos y los únicos que estábamos en la planta de abajo éramos Carlos y yo. Fui hacia las escaleras para ir a mi habitación.

-Carlos: ¿Laura?
-Yo: ¿Qué? -me giré.
-Carlos: ¿Dónde duermo?
-Yo: Ah, tú sabrás -me encogí de hombros y seguí subiendo las escaleras.

Fui al baño, me lavé los dientes y me puse el pijama. Cuando salí vi a Carlos en la puerta.

-Carlos: ¿Qué hacías tanto tiempo ahí?
-Yo: Nada.
-Carlos: No sé tú, pero yo cuando voy al baño es para hacer algo. ¿Por qué has tardado tanto? Ya creía que te habías caído por la taza del váter.
-Yo: ¿Quieres dejar de decir tonterías?
-Carlos: Está claro que no quiero, no hace falta que preguntes -me guiñó el ojo.
-Yo: Entra al baño y déjame -le di un pequeño empujón para que entrara al baño.
-Carlos: ¡Cuidado! Que este cuerpo es muy delicado -alardeó.
-Yo: Adiós.

Me fui a la habitación donde dormirían Caro y Raquel, pero ya estaban dormidas así que fui a mi habitación y me acosté.
A la mañana siguiente me desperté pronto, sobre las diez. Salí de mi habitación y fui hacia la habitación de Caro y Raquel para ver si ya estaban despiertas. Llamé a la puerta.

-Raquel: ¿Sí?
-Yo: ¿Puedo pasar?
-Caro: ¡Claro! Eso ni lo preguntes.

Abrí la puerta y entré. Estaban despiertas pero aún seguían tiradas en la cama.

-Yo: ¿Lleváis mucho tiempo despiertas?
-Raquel: No, nos acabamos de despertar.
-Yo: Ah, ¿vais a bajar?
-Caro: Sí, ahora vamos -sonrió.
-Yo: Vale, yo bajo ya.

Salí de la habitación y cerré la puerta. Antes de bajar a desayunar fui hacia el cuarto de baño para arreglarme un poco. La puerta estaba cerrada, así que llamé por si estaba ocupado. ¿Y quién estaba dentro? Carlos.

-Carlos: ¿Sí?
-Yo: ¿Te falta mucho?
-Carlos: ¿Quién eres?
-Yo: Soy yo.
-Carlos: ¿Eres yo? Pues, mira, no sabía que hubiera dos yo's en esta casa. Qué tremenda casualidad.
-Yo: Carlos, soy Laura.
-Carlos: Ah, en ese caso, voy a tardar entre unos cinco minutos y tres horas.
-Yo: Como quieras. Yo espero fuera -me senté en el suelo apoyando la espalda contra la pared.
-Carlos: Pues espera sentada.
-Yo: Sí, sentada ya estoy.

Al cabo de quince minutos la puerta empezó a abrirse y yo me levanté. Carlos salió y me miró.

-Carlos: ¿Todavía sigues aquí?
-Yo: Mmm... -me miré- sí, al parecer todavía sigo aquí -sonreí- Y ahora, voy a entrar al baño, así que, si no te importa, déjame pasar.

Se apartó de la puerta y entré. Me peiné un poco y me lavé la cara. Después bajé al salón. Me senté en el sofá con Raquel y Caro. Carlos estaba sentado en el sillón.

-Carlos: ¡Hey!

Ninguna de las tres le hicimos caso. Seguimos viendo la tele.

-Carlos: ¡Hey, te hablo a ti! Sí, sí, a ti. No, no digas que no es a ti, porque sí es a ti. ¡Tss! No me vaciles, que los dos sabemos perfectamente que yo tengo razón.

Estaba hablando, hablando solo. Cada vez está peor.

-Carlos: ¡Pues eso, cara queso! Que sé que fuiste tú el que me robaste el último chicle de sandía. ¡Ladrón! Te voy a denunciar. Y vas a ir a la cárcel. ¡Oye, a mí no me levantes la voz! ¿Cómo que no me estas levantando la voz? ¿Y eso qué es?
-Yo: ¡Carlos!
-Carlos: ¡Laura!
-Yo: Basta ya. Me parece estupendo que quieras hablar solo, pero no lo hagas delante de gente, ¿vale?
-Carlos: ¿Hablar solo? ¿Yo? Qué va. Estoy hablando con Pepito Grillo.
-Yo: Carlos, ya en serio. ¿Crees que haces gracia?
-Carlos: No creo que haga gracia, sé que hago gracia -recalcó el “sé”.
-Yo: Pues si tan divertido eres: te preparas un monólogo y te vas por ahí a contarlo para que se rían un rato, ¿vale?
-Yo: ¿Encerrado? ¿dónde? ¿en mi casa? Báh, no te preocupes, sobreviviremos sin ti.
-Carlos: No, estoy encerrado en el país de Nunca Jamás.
-Yo: Es imposible hablar contigo. Eres irritante, prepotente, me sacas de mis casillas, y, además, ya no sabes qué inventarte para que te hagan caso. Penoso, patético.
-Raquel: Pero, Laura, joder. Pasa de él y ya está.
-Caro: Haz como nosotras -sonrió.
-Yo: Pero, para mí es imposible. No puedo pasar por alto todas esas tonterías que dice- vosotras ya estáis acostumbradas.

Intenté ignorar a Carlos, mientras él seguía hablando solo y haciendo tonterías. Al cabo de un rato, apareció mi madre.

-Alicia: ¡Buenos días! -sonrió- ¿habéis desayunado ya?
-Yo: No -negué.
-Alicia: ¿Queréis que os haga el desayuno?
-Yo: No te preocupes, ya lo hacemos nosotros.
-Carlos: No, a mí sí me lo puedes hacer.
-Alicia: Vale, ¿qué quieres?
-Yo: ¿Mamá?
-Alicia: Dime, hija.
-Yo: Que se lo haga él.
-Alicia: No, se lo hago yo. Que es nuestro invitado.
-Carlos: Es verdad.
-Yo: ¿Nuestro qué?
-Carlos: Vuestro in vi ta do -dijo por sílabas- Cómprate un diccionario.
-Yo: A los invitados se les in vi ta -le imité- y a ti, nadie te ha in vi ta do.
-Alicia: Laura, no te preocupes. Para mí no es ninguna molestia.
-Yo: Pero para mí, sí. O se hace él el desayuno, o aquí no desayuna. ¡Ts! ¿Quién se cree que es? -dije enfadada.
-Carlos: Soy Carlos.
-Yo Vete a la mierda, Carlos.
-Alicia: ¡Laura! Habla bien.
-Yo: Claro, perdón. Váyase a la mierda, Carlos. Mejor, ¿no? -sonreí.

Caro, Raquel y yo fuimos a la cocina para preparar el desayuno. Pasados unos cinco minutos también fue Carlos.

-Caro: ¿Qué? Al final te vas a hacer tú el desayuno, eh.
-Carlos: Sí. Sé hacerlo.
-Raquel: Carlos, intenta no ser tan borde, ¿quieres?
-Carlos: Déjame, enana.
-Yo: Insoportable, inaguantable, irritante, borde, prepotente. Con todos ustedes... ¡Carlos!
-Carlos: Me halagas.
-Yo: Oh, pues créeme que esa no era mi intención -sonreí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario