domingo, 28 de agosto de 2011

~Capítulo 23~

-Yo: Tío bueno -sonreí.
-Justin: Tía buena -me cogió en brazos y salió corriendo hacia el agua. Una vez que estuvimos dentro, Justin me soltó.

Después de pasar dos horas en el agua: nadando, buceando, hablando o simplemente mirándonos, salimos.

-Yo: Justin, ¡qué frío! Vámonos a la casa.
-Justin: Claro -sonrió.

Cogimos la ropa, aunque no nos la pusimos ya que seguíamos mojados, y fuimos a la casa.
Una vez que llegamos Justin fue directo a la cocina y cerró la puerta.

-Yo: Justin, ¿qué haces? -intenté abrir la puerta pero fue en vano.
-Justin: Nada, nada, ¡no entres! -volví a intentar abrir la puerta, pero otra vez mi intento no sirvió de nada.
-Yo: Justin, ¿vas a salir?
-Justin: Sí, sí, no tardo ¡diez minutos! ¡o quince!

Suspiré y esperé a que Justin saliera. Pocos minutos después la puerta de la cocina se abrió y Justin salió, lo aparté y entré. Impresionante. ¿Que qué es lo que había? Nada. Bueno, miento, estaba la mesa, las sillas, el frigorífico, el horno... lo que suele haber en una cocina. Me giré y lo miré.

-Yo: Justin, ¿para esto tanta tontería? -reí.
-Justin: Es que... bueno, verás -se rascó la nuca- estaba todo sucio y desordenado, lo he tenido que... limpiar -dijo con cara de no creérselo ni él.
-Yo: ¿Tú limpiando? -reí exageradamente. Después, me puse seria- Venga, ya en serio, ¿dónde está Justin? -le sacudí- ¡Tú no eres Justin! -grité- ¡Él no limpia! -reí.
-Justin: Sí, tú ríete, eh. -me abrazó. Los dos seguíamos con la ropa interior de haber estado bañándonos por lo que, el contacto de su piel desnuda con la mía me hizo estremecer- Sube y cámbiate, vamos a cenar.
-Yo: A sus órdenes, mi capitán -hice el típico saludo de soldados y subí, no sin antes besar a Justin.

Entré a la habitación donde Justin había dejado, horas antes, nuestras cosas. Fui al baño y, aunque me fue muy difícil no caer en la tentación, me metí en la ducha y no en el jacuzzi.
El agua caía por mi cuerpo, notaba como me relajaba. Como cada músculo de mi cuerpo dejaba de estar en tensión.
Me lavé el pelo y me quité la arena, que fácil, no fue.
Cuando acabé abrí mi maleta y escogí qué ropa ponerme, porque, aunque ya era de noche, no quería ponerme aún el pijama. Al final opté por unos vaqueros cortos y una camiseta que ponía “I love Justin Bieber”, sí, de esas que llevan puestas sus fans. Al tener el pelo tan largo y hacer tanto calor, me lo recogí en una coleta alta. Me calcé unas chanclas ya que no íbamos a salir. Cogí el frasco de perfume y me rocié un poco en el cuello. Me miré en el espejo. Había cambiado tanto desde que pisé Canadá por primera vez, que muchos de mis amigos de España ni me reconocerían, sino fuera, claro está, por que salgo en la tele a todas horas.
Bajé al salón y Justin estaba allí -vestido con un esmoquin- lo miré y sonrió, después me miré yo y me sonrojé.

-Yo: Justin, ¿por qué no me has dicho que me vista mejor? -pregunté algo avergonzada.
-Justin: Porque no hacía falta.
-Yo: Sí, sí que hacía falta. Tú vas muy elegante con ese esmoquin y yo con... con esto -señalé mi ropa.
-Justin: Oh, vamos, tu camiseta de “I love Justin Bieber” es la mejor camiseta que he visto en la vida, yo quiero una.
-Yo: A lo mejor te hacen descuento porque tu cara sale en la camiseta -reí.
-Justin: Tal vez -sonrió- ¿Vamos?
-Yo: ¿Adónde?
-Justin: Al jardín.
-Yo: ¿Para qué?
-Justin: Para cenar.
-Yo: ¡Sí! Me muero de hambre. ¿Qué vamos a cenar?
-Justin: Ah, es sorpresa -sonrió- lo único que te digo es que lo he hecho yo.
-Yo: ¿Sabes? Tampoco tengo tanta hambre -reí.
-Justin: Aunque lo haya hecho yo, nos va a gustar, espero -sonrió- Venga, vamos fuera -me cogió de la mano y salimos al jardín.

En el centro del jardín había una mesa con un mantel blanco, estaba colocada de tal forma que quedábamos frente al mar; en el que se reflejaba la luna llena que resplandecía, brillante y vívida, sobre nosotros. En el centro de la mesa había un jarrón con rosas rojas, mis preferidas.El jardín estaba lleno de pequeñas lámparas que, no iluminaban demasiado, pero sí creaban un buen ambiente. Cerré los ojos e inspiré el olor que allí había; pude percibir el suave aroma de las rosas, el olor a mar que llegaba a nosotros a través de la brisa marina y otros muchos que no pude llegar a distinguir.

-Yo: ¿Una palabra? Perfecto. ¿Dos palabras? Eres perfecto. ¿Tres palabras? Tú eres perfecto. ¿Cuatro palabras? Eres más que perfecto. Y así podría seguir sin parar, pero no quiero aburrirte -lo abracé y besé.
-Justin: Tú nunca me aburres, princesa -me abrazó de nuevo.
-Yo: ¿Sabías que te amo?
-Justin: ¿Sabías que yo a ti también?
-Yo: Sí, lo sabía. Se te nota demasiado -reí.
-Justin

Me senté en una de las sillas y Justin en la otra.

-Justin: ¿Sabes? -me cogió la mano- no sabía que el amor existía hasta que te conocí -se acercó para besarme. Me soltó la mano y se sentó bien- ¿Qué nombres te gustan?
-Yo: ¿Que qué nombres me gustan? -reí por su repentino cambio de tema. Él asintió- Pues... no sé, ¿por qué quieres saberlo?
-Justin: Simplemente di qué nombres te gustan.
-Yo: Eh, vale. Me gustan: Érika, Lisa, Paula, Julia, Patricia, Carmen...
-Justin: ¿Y de niño?
-Yo: Ay, ¿por qué quieres saberlo?
-Justin: Laura, dímelo y después te explico -sonrió.
-Yo: Vale -suspiré- Para un niño me gustaría: Jason, Zack, Daniel, Sergio...
-Justin: ¿Y Justin no? -abrió los ojos exageradamente.
-Yo: Sí, bueno... Justin no me gusta demasiado -reí.
-Justin: Pues a mí no me gusta Laura -se cruzó de brazos e inclinó su cabeza hacia abajo imitando a un niño pequeño enfadado.
-Yo: Me da igual.
-Justin: ¿Te da igual?
-Yo: Sí, me da exactamente igual -sonreí.
-Justin: ¡Pues eso no vale! ¡No te puede dar igual!
-Yo: Sí, sí que puede darme igual -sonreí- Bueno, vamos a dejarlo, ¿no?
-Justin: Sí, será mejor -rió.
-Yo: ¿Para qué querías saber los nombres que me gustan?
-Justin: ¡Ah, es verdad! Paula y Sergio.
-Yo: ¿Paula y Sergio? ¿Qué dices? -reí.
-Justin: Que esos nombres nos gustan a los dos. Nuestros hijos se llamarán así.
-Yo: ¿Vamos a tener hijos? -sonreí.
-Justin: Claro que sí.
-Yo: ¿Cuántos?
-Justin: Quiero que tengamos mil millones novecientos treinta y ocho mil hijitos.
-Yo: ¿¡QUÉ!? ¿Quieres matarme? -reí- Si tenemos hijos serán uno o dos como mucho.
-Justin: ¿Solo uno o dos? -dijo sorprendido- Aburrida -susurró.
-Yo: ¿Aburrida? Los niños no se tienen por diversión -reí.
-Justin: ¿Quién dice que no?
-Yo: Yo.
-Justin: Y ¿quién eres tú para decir que no?
-Yo: Soy Laura.
-Justin: Entonces no eres nadie, no me gusta ese nombre -ambos reímos.
-Yo: Me encanta esa forma tuya tan peculiar de cambiar de tema -sonreí.
-Justin: A mí me encanta tu sonrisa.
-Yo: ¿Ves? -reí.

De pronto el timbre sonó. Miré a Justin y este no dijo nada, solo sonrió.

-Yo: ¿Viene alguien?
-Justin: No, solo nosotros -sonrió- Voy a abrir.

Justin se levantó y entró en la casa. Al cabo de cinco minutos volvió a aparecer en el jardín con una caja en su mano izquierda.

-Yo: ¿Qué es eso?

Justin dejó la caja sobre la mesa.

-Yo: Telepizza -leí en voz alta- ¿Tú no eras el que había cocinado? -reí.
-Justin: A ver, bueno, sí. Intenté hacer huevos fritos con patatas. Pero los dejé como una hora al fuego y no se hicieron.
-Yo: ¿Probaste a quitarle la cáscara a los huevos? O, mejor aún, ¿probaste a encender la hornilla? -reí.
-Justin: Ja ja -rió falsamente- sí, hice las dos cosas.
-Yo: ¿Seguro?
-Justin: ¡Que sí! -levantó su mirada pensativa- bueno, creo recordar que sí.
-Yo: ¡Eres tonto! -reí- Ni siquiera eres capaz de freír un par de huevos y unas cuantas patatas -me mofé- Pobre de ti, ¿qué harías sin una pizzería? -reí.
-Justin: Bueno, al menos vamos a cenar, no te quejes -me miró mal.
-Yo: No me quejo. Seguro que esta pizza le da mil vueltas a tus “huevos con patatas” -reí.
-Justin: Pues seguramente sí -ambos reímos- Voy a por las bebidas, ¿quieres algo?
-Yo: Sí, quiero una... -Justin me interrumpió.
-Justin: Una fanta de limón -completó.
-Yo: Sí -sonreí.

Justin entró a la casa para coger las bebidas, yo corté la pizza. Mientras cenábamos estuvimos hablando y riendo.

-Yo: Bueno, voy a llevar esto a la cocina -señalé todos los platos.
-Justin: No, princesa. Yo recojo. Tú ve a ponerte el pijama -me guiñó un ojo.
-Yo: Vale -reí.

Entré a la casa y fui a nuestra habitación. Al entrar me quedé boquiabierta, la cama estaba cubierta de pétalos de rosas, la habitación olía a campo, a libertad. En algunas zonas había velas aromáticas que quedaban muy bien en esa habitación. No lo podía creer. Era increíble. Justin cada día me sorprendía más.

-Justin: ¿Qué? ¿Bonito? -me giré y vi a Justin que estaba de pie en el umbral de la puerta.
-Yo: Precioso. Pero, ¿cómo lo has hecho? Cuando subí a ducharme la habitación seguía normal.
-Justin: Tengo mis contactos -pasó sus dedos varias veces por su chaqueta. Reímos.

Justin se acercó y me abrazó por detrás. Me sopló en el oído derecho, lo que me hizo estremecer, y después me dio un pequeño mordisco en el lóbulo de la oreja.

-Yo: ¡Ay! -protesté- ¡Eres muy salvaje!
-Justin: Solo contigo, nena. ¡Grr!
-Yo: ¿Justin? -reí- ¿Qué te pasa?
-Justin: Que me pones -susurró en mi oído. Sonreí.
-Yo: Eso ya lo sé -le guiñé el ojo- voy a ponerme el pijama.

Entré al baño y cambié la ropa que llevaba por un pijama corto de Bob Esponja. Me lavé los dientes y salí. Justin ya estaba con el pijama puesto.

-Yo: Me tienes que enseñar a hacer eso.
-Justin: ¿El qué?
-Yo: Lo de hacer las cosas tan rápido. No he tardado ni cinco minutos y tú ya te habías cambiado.
-Justin: Soy un súper héroe -sonrió.
-Yo: Y yo la reina de Inglaterra -me mofé.
-Justin: ¿En serio? No lo sabía. ¿Tú crees que eso está bien? A tu novio le tienes que contar todo. Pero, no te preocupes, te apoyo.
-Yo: ¿Y tú qué?
-Justin: ¿Yo?
-Yo: Sí, sí, tú -lo señalé- tú tampoco me dijiste que eras un súper héroe.
-Justin: Eso es diferente.
-Yo: ¿Diferente?
-Justin: Claro, Laura, no puedo ir por ahí diciéndole a todo el mundo que soy un súper héroe.
-Yo: ¿Y yo sí puedo decir que soy la reina de Inglaterra?
-Justin: ¡Sí! Laura, no compares ser un súper héroe con ser la reina de Inglaterra, no compares.
-Yo: Claro que no comparo. La reina de Inglaterra es más importante que un súper héroe -bufé.
-Justin: Ah, ¿sí?
-Yo: Sí.
-Justin: Pues me da igual, porque la reina de Inglaterra no sabe volar.
-Yo: Tú tampoco -reí.
-Justin: ¿Que no?
-Yo: No.
-Justin: Observa y aprende -se subió a la cama y se impulsó hacia adelante. Después, se dejó caer sobre la alfombra que cubría el suelo- ¿Ahora qué? ¿Cómo te quedas?
-Yo: Me quedo asombrada.
-Justin: Lo suponía.
-Yo: Sabía que la cabeza no te iba demasiado bien, pero no imaginé que fuese para tanto -reí.
-Justin: ¿Y sabes por qué soy así? -me susurró al oído.
-Yo: ¿Por qué? -pregunté con un tono de voz casi inaudible.
-Justin: Porque estoy loco -me besó- loco por ti.

Sujeté la barbilla de Justin con mi mano derecha y lo miré fijamente a los ojos, lo besé.

-Yo: ¿Crees que yo no?

Justin iba a responder pero antes de que lo hiciera lo besé de nuevo. Él no puso resistencia alguna y me siguió besando. Nuestros labios luchaban en una batalla en la que ambos ganaban. En una batalla en la que las únicas armas eran el amor y la lujuria. En la que la victoria consistía únicamente en sentir todo aquello que el otro te daba. En la que no había derrota. Mientras nuestros labios seguían combatiendo por el amor que sentíamos, Justin me tumbó sobre la cama. Él estaba apoyado sobre mí. Cada roce de su piel con la mía me hacía gemir. Justin se apartó un poco de mí, lo suficiente para poder observar su torso desnudo. Minutos antes se había deshecho de su camisa y ahora iba a hacerlo de la mía. Tiró la parte superior de mi pijama hacia atrás sin fijarse en donde caía. Me miró y noté como una ola de frenesí recorrió mi cuerpo. Me abalancé sobre él y continué besándole el cuello.

-Justin: Laura, te amo.

Le quité los pantalones dejándolo en boxers.

-Yo: Yo más -lo besé en la comisura de los labios sabiendo lo mucho que odiaba eso.
-Justin: Bésame bien.
-Yo: ¿Así? -lo cogí de la cara y lo besé durante unos segundos en los labios.
-Justin: Así -afirmó.

Justin tiró bruscamente de mi pantalón hacia abajo, quedando los dos iguales, en ropa interior.

-Justin: No sé por qué te arreglas y te maquillas tanto, así, estás mejor -se mordió el labio inferior.
-Yo: Tú así también estás mejor.
-Justin: ¿Quieres que siga? -puso sus manos sobre el enganche de mi sujetador.
-Yo: Quiero que empieces.

Justin me desabrochó el sujetador y lo quitó de en medio.

-Justin: Preciosa -susurró en mi oído haciéndome gemir.

Situó sus manos sobre mi cintura y las fue deslizando poco a poco por mis piernas hasta que no quedó rastro del resto de mi ropa interior. Yo hice lo mismo con él. Los dos estábamos sin ropa, desnudos, como vinimos al mundo. Justin se hizo con un preservativo y se lo colocó.
Justin estaba sobre mí, puso sus manos en mis caderas y se fue acercando a mí a la vez que rozaba su miembro contra mí.
Poco a poco me penetró, al principio era doloroso, horroroso. No sé cómo la gente puede decir que eso era placentero porque, para mí, era de todo menos placentero.
Aunque al cabo de unos minutos, sí que noté algo de placer.
Y así fue mi primera vez: más dolorosa de lo que esperaba pero aún así al haber sido con Justin, eso no me importó.

El resto del fin de semana en esa casa apartada del mundo, exclusiva para Justin, el amor y yo; fue fantástico, fue muy romántico. Bajamos todos los días a la playa a bañarnos o a pasear por la orilla. Fue un fin de semana muy relajante y, a la vez, especial porque los dos perdimos la virginidad.

-Justin: ¿Has cogido todo? -gritó desde el coche.
-Yo: Sí, mi amor, ya voy -salí y cerré la puerta con llave.
-Justin: ¿Te ha gustado la casa?
-Yo: Sí, es muy bonita -me senté en el asiento de copiloto y me abroché el cinturón- ¿Volveremos?
-Justin: Claro, cuando quieras. Es nuestra -Justin arrancó el coche y fue hacia la carretera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario