sábado, 21 de mayo de 2011

~Capítulo 19~

-Alicia: ¡Laura, te llaman al teléfono!



Me estiracé y me levanté de la cama. Miré el despertador, eran las 10:30h. ¿A quién se le ocurre llamar a las 10:30h en verano?



-Yo: Mamá, sea quien sea, cuelga. ¡Quiero dormir!
-Alicia: Es Justin -subía por las escaleras.
-Yo: Con más razón todavía, cuelga.
-Alicia: No, si no quieres hablar me parece genial, pero se lo dices tú -me dio el teléfono.


*LLAMADA TELEFÓNICA:




-Justin: ¿Laura?
-Yo: Adiós.
-Justin: ¿Qué te pasa ahora?
-Yo: Que tengo sueño y además, no me gusta hablar con estúpidos. Que ayer habláramos no significa que te haya perdonado.
-Justin: Sé que no me perdonaste.
-Yo: Entonces, ¿qué quieres?
-Justin: Está claro, quiero que me perdones.
-Yo: Lo que te iba diciendo, adiós.


*FIN DE LA LLAMADA TELEFÓNICA:



Colgué y me volví a acostar. A las dos horas, me desperté. Eran las 12:30h. Bajé y desayuné algo ligero, una manzana. Me senté en el sofá y encendí la tele. Puse MTV. Cita para tres. Programa un poco estúpido y entretenido, pero también estúpido. Sinceramente, si mi novio me dice que ha estado saliendo conmigo y con otra chica a la vez, ni se me ocurre quedarme en la casa a luchar por él. Ni loca. Me iría. Pero bueno, al fin y al cabo, es entretenido.




-Yo: ¡Qué asco! ¡Estos padres son tontos! ¿Pero cómo han escogido a ese? Si el otro era más simpático, amable y guapo. Eso está comprado -protesté.
-Juan: Hija, no te van a oír -gritó desde la planta de arriba.
-Yo: No te van a oír -lo imité.
-Juan: ¿Qué?
-Yo: Nada, nada.


¡DING DONG!



-Yo: Mamá, abre tú -le grité.

-Alicia: Laura, estás a dos metros de la puerta, ¿qué te cuesta abrir? -se dirigió a la puerta.
-Yo: Mucho, ni te imaginas. Además, tú estás de pie.



Mi madre abrió la puerta.



-Alicia: Laura, es para ti -dijo desde la puerta.



Me levanté y fui a la puerta, había una carta.



-Yo: ¿Es para mí?
-Alicia: Sí, pone tu nombre -lo señaló.



Cogí la carta, cerré la puerta y subí a mi habitación. Me tumbé en la cama y la leí.



<<Laura, vístete y ve al autobús. Te montas en el número 33 y te bajas en la tercera parada. Te amo.>>


Antes de pensar “¿Quién es?” “¿Cómo sabe dónde vivo? ¿Por qué sabe como me llamo?” Y muchas otras preguntas por el estilo, lo único que pensé fue: ¿Justin? No, no puede ser. ¿Para qué haría eso? Bueno, si lo pienso bien... Sí, sin duda alguna tiene que ser él.

Vale, voy a ir, pero se la va a cargar. Oh, sí.
Me vestí simple: vaqueros cortos, camiseta de mangas cortas y unas “converse”
Salí a la calle, fui a la parada de autobús e hice lo que la carta indicaba: montarme en el número 33.
Cuando me bajé estaba en un parque. Bien. ¿Ahora qué? Me llegó un mensaje de un número privado.



<<Ve al quiosco, hay otra carta. Te amo.>>



Eso hice, fui al quiosco más cercano.



-Yo: Eh, perdone... ¿tiene algo para mí? -dije tímida.
-Quiosquero: ¿Es usted Laura?
-Yo: Sí.
-Quiosquero: De acuerdo, espere.


Abrió un cajón y de ahí sacó otra carta.




-Quiosquero: Aquí tiene -me la dio.
-Yo: Gracias -sonreí y la cogí- Adiós.
-Quiosquero: ¡Espere!



Me paré y me giré.



-Yo: ¿Sí?
-Quiosquero: Esto también es para usted -dijo a la vez que me daba un ramo de rosas rojas.
-Yo: Eh... gracias -le agradecí.
-Quiosquero: No me las de a mí, déselas al que le envía las rosas.
-Yo: Si supiera quien es... -reí- Adiós.
-Quiosquero: Adiós.


Aspiré el suave aroma que desprendían las rosas que, por cierto, eran muy bonitas y estaban llenas de vida.

Cuando estuve más apartada, empecé a leer la carta.


<<¿Simpático el quiosquero, eh? Ahora, vas a ir a la estación de autobuses y subirte en el autobús que va fuera de la ciudad, al campo. Asiento número 10.>>




Dios, podría haberme mandado directamente a la estación de autobuses.
Caminé hasta que llegué, aunque, tampoco estaba tan lejos. Fueron unos escasos cinco minutos caminando.
Al llegar me subí al autobús que decía la carta y me senté en el asiento número 10. Otra carta.



<<Te tienes que bajar en la última parada. Pídele al conductor la siguiente carta. Te amo. Te amo. Sí, lo he escrito dos veces, es que en la otra carta no lo escribí>>



Esbocé una pequeña sonrisa pero rápidamente la eliminé de mi cara. Era de Justin y por muchas cartas que hubiera escrito y muchos “Te amo” que hubiera dicho, todavía no lo había perdonado. ¿Todavía? ¿Lo iba a perdonar?
Cuando el autobús llegó a la última parada, bajé. No había nadie, todos los demás se habían bajado en otras paradas. Le pedí la carta al conductor.



-Yo: Perdone, eh... -intenté decir. No sabéis lo vergonzoso que es pedirle algo que no sabes qué es a alguien que no conoces.
-Conductor: ¿Sí?
-Yo: Bueno, esto... yo... ¿tiene una carta?
-Conductor: Ah, sí -rió- Así que tú eres Laura, ¿no? -asentí- toma, aquí tienes.
-Yo: Gracias -cogí la carta.



El autobús se fue. Vale. Bien. Yo sola, en la carretera con campo a ambos lados. Genial. Fantástico. Perfecto.
Miré el sobre donde estaba la carta y lo abrí. Leí la carta.



<<Laura, esta es la última carta. Sí, como lo lees, la última. Verás, tienes que seguir dirección al norte unos cien metros, hasta que deje de haber árboles. Te amo.>>



¿Al norte? ¿Dónde está el norte? Justin podría explicarse mejor. Suspiré y empecé a caminar hacia la derecha. Caminé durante treinta minutos. Vale, eso no era el norte. La próxima vez iría con un GPS. Di la vuelta hasta que divisé la parada de autobús. De acuerdo, ahora tenía que elegir otro camino: izquierda, arriba o abajo. Abajo, que cansa menos. Bajé por una colina, y sí, creo que era eso. Había recorrido unos cien metros y ya no había árboles, tenía que ser eso. En cuanto llegué, recibí un mensaje de un número privado.



<<Bien, ya veo que has llegado -inmediatamente giré mi cabeza pero no vi a nadie- quiero que sigas por el sendero que hay más adelante hasta que llegues a una especie de barranco. Te amo.>>



Me adentré en el sendero y caminé a través de él. Aire puro. ¡Qué bien! Hacía mucho tiempo que no respiraba aire puro, era fantástico. El cielo estaba despejado y el sol brillaba radiante. Al final del sedero, como decía la carta, llegué a un barranco. Me acerqué y bajé, no, no podía ser.


[FLASHBACK]



Cuando bajamos me quedé sin habla. Estábamos en un amplio prado repleto de violetas, eran moradas con algunos tonos azulados, era precioso. Todo estaba lleno de violetas, mirase donde mirase, lo único que veía eran violetas, grandes, pequeñas, moradas, azules, pero solo violetas. Olía muy bien. Se podía apreciar su suave pero intenso aroma. Miré a Justin y le sonreí. Él me hizo un gesto con la mano para que dirigiera la mirada donde él me indicaba, y así lo hice.

Os he dicho que era precioso, ¿verdad? Pues me quedo corta. Cuando miré hacia donde él señalaba pude divisar un lago, era inmenso, el sol se reflejaba en el agua, por lo que había un brillo sobre su superficie. Aquello parecía el paraíso. Error. Corrijo, aquello ERA el paraíso.



-Justin: Y... ¿qué dices? ¿te gusta?
-Yo: No, no me gusta -Justin me miró con cara rara, estaba claro que a quien no le gustase aquello le pasaba algo en la cabeza- Justin, ¡me encanta! ¡Es precioso!
-Justin: Uff, por un momento pensé que no te gustó. Sí, ya te dije que era precioso.
-Yo: Pero, ¿cómo conocías este lugar?
-Justin: Ah, nada, un día con los chicos que nos perdimos -rió.
-Yo: Pues menos mal que os perdisteis, sino, no estaríamos ahora aquí -me acerqué a él.
-Justin: Pues sí, menos mal que nos perdimos -se acercó a mí.
-Yo: ¿Sabes? Me encantas -puse mis brazos alrededor de su cuello y lo miré a los ojos.
-Justin: ¿Sabes? Tú a mí también -apoyó su frente en la mía y me rodeó por la cintura.



Nuestras miradas estuvieron fijas una en la otra durante bastante tiempo. Nos besamos. Un beso dulce. Apasionado. Lleno de amor. Lleno de necesidad.Y sobretodo, largo.



[FIN DEL FLASHBACK]



Todo seguía igual desde la última vez que Justin y yo vinimos. Todo seguía igual de bonito desde el tres de agosto de 2010, fecha en la que teníamos dieciséis años e hicimos un mes juntos.
Todo estaba precioso. Un par de lágrimas recorrieron mi rostro hasta precipitarse contra el suelo.



-Yo: ¿Justin?



Pero no hallé respuesta. Lo volví a intentar.



-Yo: ¿Justin? ¿Estás ahí?



Seguía sin obtener respuesta.



-Yo: Justin, sé que estás ahí. ¿Vas a salir? Venga, esto merece que te perdone -me senté en el suelo- Justin... -suspiré- te quiero -susurré.
-xXx: ¿Qué?
-Yo: Eh... yo, bueno... -me levanté- ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-xXx: El suficiente como para saber todo lo que has dicho -giró la cabeza.
-Yo: yo... -me lancé a sus brazos y derramé más lágrimas- ...

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